Audiolibros: una puerta de entrada a la lectura
¿Qué son los audiolibros? ¿Qué características tienen según la industria editorial? Entrevistamos a Daniel Benchimol, fundador y director de la agencia Proyecto 451, para conocer más sobre este tipo de libros y qué pueden aportar a la escuela.
DANIEL BENCHIMOL: Un audiolibro, sí, uno podría decir, en forma casera o artesanal, que es cualquier contenido narrado, ¿no?, cualquier libro que alguien se ponga un poco a locucionar, pero, técnicamente, dentro de la industria, audiolibro se considera como un producto profesional que requiere toda una producción que empieza con la adaptación del texto, incluso, para que pueda ser narrado. Muchas veces un texto no es tan fácilmente transformable a un formato de audio. Requiere ajustes en el texto, requiere ajustes en la acentuación, requiere pensar los elementos gráficos o morfológicos de una obra para ver cómo se traducen hacia la locución de ese contenido. Después se considera toda una producción dentro de un estudio, a veces con más de un narrador, si es que hubiese, por ejemplo en el caso de las ficciones, varias voces. Puede haber incluso inserción de efectos de sonido o de musicalización o de teatralización. Hay, a veces, dirección de obra. Y, bueno, entonces se considera como un producto muy muy profesional. Es una adaptación del contenido en texto al formato audio.
También es cierto que lo que está surgiendo en el último tiempo es el desarrollo de audiolibros como primer formato. Se llaman audio first, simplemente como un nombre atractivo, pero que tienen que ver con pensar un texto para su formato audiolibro, para que sea narrado, con lo cual ya se conceptualizan muchas cosas de otra manera y, en ocasiones, el producto audiolibro después se convierte en un producto de libro impreso. Ahí empiezan los pases de formato de uno a otro, con todas las variantes y posibilidades.
DANIEL BENCHIMOL: Lo interesante del formato es que llega habitualmente a personas que… [Hace una pausa]. Llega a una audiencia nueva, que no son las mismas personas que leen libros tradicionalmente. Puede haber, obviamente, lectores de libros que a su vez también consuman audiolibros, pero en general estamos hablando de que llegamos a nuevas audiencias, a personas que o perdieron el hábito de la lectura (alguna vez leían habitualmente y ya no lo hacen hoy por falta de tiempo o por lo que fuera) o nunca han…, nunca se han sentido atraídos por la lectura de libros. En definitiva, permite llegar a nuevas audiencias.
Y es por esto por lo que, en general, la propia industria del libro no lo resiste tanto este formato como sí lo ha resistido al libro digital. Al libro digital la industria del libro, en general, le ha puesto muchas trabas, lo ha resistido mucho como formato, lo ha visto casi como un enemigo de su tradicional negocio y de su tradicional producto y acá no, acá lo ve como un producto complementario, como un producto que le permite llegar a mercados que, de otra forma, no llegaría.
En los distintos relevamientos que se hacen a partir de personas que consumen habitualmente audiolibros, cuando se les pregunta un poco cuáles son las razones por las cuales les gusta el formato o por las cuales consumen este tipo de formatos, una respuesta que sale generalmente entre las primeras tiene que ver con que a las personas nos gusta que nos narren historias, que nos cuenten historias y que haya un otro que nos cuente historias. Y esto tiene que ver casi con cuestiones ancestrales —que van desde antes incluso mismo de que haya surgido el libro como producto— en donde las historias habitualmente se narraban, se trasladaban de persona en persona más desde la voz que desde la lectura y tiene que ver también con, bueno, con los que tuvimos la oportunidad de que nos lean desde chiquitos y tener el placer de que alguien nos cuente una historia en forma de audio, ¿no? Entonces hay algo ahí como muy atractivo, muy interesante que hace que…
Yo soy… Trato de romper con la idea de que hay un formato que es mejor o peor que otro o que hay un formato que es más valioso que otro. Bueno, hay como una suerte de debates que para mí carecen bastante de sentido. En definitiva, cada persona consume el contenido como le parece más agradable, más interesante. Y el audiolibro tiene características que el formato físico no tiene y el formato físico papel tiene características que el audiolibro no tiene.
DANIEL BENCHIMOL: Yo creo que el audiolibro es muy interesante como lugar de entrada a las historias, como lugar de entrada a la lectura. Insisto: para quienes no tienen o no han tenido el hábito de la lectura o no han tenido una instancia de cercanía con los libros en sus propias casas ―y a veces es más difícil el pasaje y es mayor el esfuerzo que hace el docente para que sus alumnos se vean atraídos por la lectura de un libro―, bueno, el audiolibro puede ser un muy buen lugar como para empezar a entender lo atractivo que es escuchar historias. Y escuchar historias con cierta magia, similar a la que nos ocurre cuando leemos un libro, que tiene que ver con que, bueno, no todos los elementos dentro de la historia están dados, muchos los tenemos que complementar nosotros con nuestra propia imaginación. Aparece otra intencionalidad, que es la del propio narrador, pero eso no deja de ser que lo que escuchamos sean palabras.
Después lo otro que hace muy atractivo este formato es que es un formato libre de pantallas, ¿no? Y esto es algo muy atractivo para los docentes y para quienes son un poco reacios al consumo de contenidos a través de las pantallas. O sea, tiene el mismo valor ahí que el formato del libro papel, nos aleja un poco de este consumo permanente, sobre todo lo pienso en los más chiquitos, en cuanto a películas, series, videojuegos y demás. Nos permite entrar en historias, entrar en contenidos a partir del formato audio, lejos un poco de las pantallas.
DANIEL BENCHIMOL: Interviene un estudio de producción, que generalmente tiene asociados estudios de grabación. Se requiere una acústica y una grabación bien limpia y bien cuidada. Intervienen narradores, aparece acá como un rol nuevo de un narrador que lee el texto. Pocas veces es el propio autor el que lee el texto porque muchas veces un autor no sabe cómo narrar un texto, no es atractivo leyendo su propio texto y, además, implica unas jornadas de trabajo muy fuertes, muy extensas, de muchas horas de grabación, con lo cual un autor no necesariamente tiene su voz preparada para una labor de esas características, ¿no? Puede haber… Todavía el mercado latinoamericano no es tan maduro, pero en el mercado anglosajón ya empiezan a aparecer artistas, ¿no?, artistas de televisión, artistas de cine, artistas con cierto reconocimiento, que son quienes narran el texto. Entonces el atractivo no es solamente tener una historia, sino que además esa historia es narrada por una persona que reconozco, que conozco públicamente. Y después, bueno, hay artistas sonoros, ¿no?, que incorporan efectos de sonido, que incorporan edición, que incorporan musicalización. Tiene que ver un poquito con eso. También hay personas que se dedican a la adaptación del texto previo a que pueda ser grabado y personas que hacen lo que se llama proof listening, que es la escucha del audiolibro para revisarlo, corregirlo o ajustarlo previo a la distribución.
DANIEL BENCHIMOL: Siempre que estamos en relación con los dispositivos digitales, la unidad de medida está más asociada al tiempo que a la unidad de página porque lo que estamos es siempre en una medición de cuánto tiempo estamos siendo atendidos por este contenido ―ya sea en el formato texto, ya sea en el formato audio― y no tanto por la consideración de la unidad página, que es lo típico en el formato físico. Así que esa es una de las grandes transformaciones que propone un poco el contexto digital, y esto afecta tanto al libro digital como al formato audiolibro.
DANIEL BENCHIMOL: Un audiolibro, típicamente, puede llegar a tener una duración de hora, hora y media. Algunos pueden ocupar dos horas o un poco más. Puede haber audiolibros más breves: textos, cuentos de treinta minutos. Bueno, se consideran formatos de larga duración, ¿no? Y que no necesariamente uno tiene que consumirlos en forma completa toda esa hora, sino que, justamente, lo que nos permite es poder ir parcializándolo y escuchándolo a medida…, igual que como hacemos con un libro físico.
DANIEL BENCHIMOL: El mercado del audiolibro en la Argentina es muy incipiente tanto desde la lógica de la producción… Son muy pocas las editoriales que producen audiolibros regularmente. En general lo hacen los grandes grupos editoriales, que ya tienen como una matriz que viene un poco en términos globales señalándoles que tienen que producir los contenidos bajo este formato. Puede haber una pequeña o mediana editorial que también se anime a explorar el formato, pero es muy poca la producción que hay. Esto tiene que ver con que requiere un costo y una inversión importante la producción de un audiolibro y el mercado, por el otro lado, no está claramente desarrollado.
Esto pasa un poco parecido a lo que ocurre con el mundo del libro digital, que es que en Argentina, al no estar presentes las grandes plataformas que juegan y que exponen este formato ―que son Amazon, por ejemplo, o Storytel, que es el otro gran…, la otra gran empresa―, hay poca difusión sobre el consumo de este tipo de contenidos, lo que no ocurre, por ejemplo, con el pódcast, en donde tenemos a Spotify como una empresa que sí está presente en la Argentina. Al no estar Amazon, al no estar Spotify [N. de E.: Storytel]… Estas plataformas son un poco las que traccionan el mercado, las que hacen, las que difunden el consumo de este tipo de contenidos, las que difunden sus plataformas. Quien llega al audiolibro en Argentina es quien tiene unas ganas muy fuertes de consumir este formato, quien ha tenido la oportunidad de viajar y conocerlo porque ve la difusión en otros mercados, pero es un público todavía muy nicho, ¿no?
DANIEL BENCHIMOL: Es bastante fácil equivocarse cuando uno empieza a reflexionar sobre el futuro, más viendo incluso lo que ha ocurrido en los últimos años, ¿no? Qué uno puede imaginar en contextos en donde el libro no es un objeto que está aislado de todo lo que nos ocurre como sociedad, ¿no? Entonces, es muy muy difícil pensarlo.
A veces sí pienso qué es lo que me gustaría que le ocurra al libro o a la lectura en general y creo que, en este sentido, estamos como en un escenario en donde la tecnología nos da una oportunidad bastante grande, que es la de poder distribuir los contenidos bajo múltiples formatos ―papel, digital, audiolibro o lo que fuera― y poder hacer que ese contenido circule muy fuerte en toda América latina, en Argentina, en España y demás.
¿Por qué hago referencia a esto? Porque hay como ciertos problemas estructurales que tiene el mundo del libro. Son problemas estructurales que vienen históricamente en esta industria, que afectan a Argentina y que afectan a la industria en general, en términos globales, y que, a pesar de todas estas nuevas tecnologías que han ido emergiendo, han cambiado poco y nada. Por ejemplo, como un dato, prácticamente el treinta, el treinta y cinco por ciento de los libros que se imprimen no se venden y terminan siendo, en una gran parte, destruidos. Esto tiene que ver con cómo funciona la industria, cómo funciona la dinámica de producción de contenidos, cómo los libros llegan a las librerías y demás, pero, en definitiva, es un escenario que tenía ciertas lógicas explicables hace veinte años atrás.
Hoy no, hoy tenemos tecnologías que nos permiten ser mucho más eficientes en esas tiradas y en esas distribuciones de contenidos. Por ejemplo, tenemos un escenario en el cual prácticamente el setenta, ochenta por ciento de la producción de contenidos editoriales se realiza en la ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires y en el resto, en todo el resto del país, la circulación de los libros en general va desde la ciudad de Buenos Aires hacia el interior del país. De las cerca de mil librerías que hay en todo el país, más de quinientas se concentran en la ciudad de Buenos Aires ―bueno, hay toda una concentración demasiado fuerte―, como un segundo punto en la ciudad de Córdoba y no mucho más. Y, bueno, ahí creo que de nuevo las tecnologías nos permiten pensar la distribución y permiten hacer que los libros circulen de una forma bastante más equilibrada en todo el país y nos permiten hoy que alguien que produzca un contenido en cualquier lugar del país pueda tener la misma visibilidad que alguien que los produzca en la ciudad de Buenos Aires.
Daniel Benchimol es fundador y director de Proyecto 451 y consultor de la industria editorial en materia de estrategias digitales.
En 2020, publicó Cómo leemos, un estudio exploratorio sobre hábitos de acceso y lectura de libros en la Argentina que se basó en respuestas de más de siete mil personas de todo el país. Dicho estudio reveló que el 62 % de las personas entrevistadas son lectoras híbridas, es decir, que leen tanto en formato papel como en formato digital y concluyó que es clave «comprender que nos encontramos en un ecosistema donde ambos formatos conviven y los lectores emplean uno u otro de acuerdo a gustos propios, necesidades, momentos o intereses».
En 2022, en el marco del ciclo «10 años, 10 charlas», transmitió en vivo a través de YouTube una extensa charla sobre audiolibros en el mercado español con Giulia Lo Monaco, de Bookwire, una empresa que, desde 2009, distribuye libros electrónicos y audiolibros.
Edición de sonido: Andrea Madruga.
Revisión de transcripción: Nora González.
Ficha
Publicado: 29 de junio de 2022
Última modificación: 06 de junio de 2024
Audiencia
Docentes
Área / disciplina
Artes Audiovisuales
Literatura
Nivel
Inicial
Primario
Secundario
Categoría
Entrevistas, ponencia y exposición
Modalidad
Todas
Formato
Audio
Etiquetas
audiolibro
lectura en voz alta
narración oral
lectura
acercamiento a la lectura
lectura literaria
Autor/es
Verónica Ruscio
Licencia
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