2. El surgimiento de los nuevos movimientos sociales
[…] La emergencia de la pobreza y el desempleo masivos, los aspectos salientes de la cuestión social contemporánea en Argentina, sirve para marcar el origen de los nuevos movimientos sociales como respuestas a la aplicación del modelo neoliberal. Aunque estos movimientos se conciban a sí mismos en continuidad con otros preexistentes, en particular con los movimientos por los derechos humanos, el destino de sus reclamos y el sentido de las construcciones sociales que emprenden se afirman centralmente en contraposición al “modelo”.
El primero de esos movimientos, el nucleado en torno a los clubes de trueque, fue definido por sus promotores como una red de economía alternativa a la economía formal, y surgió precisamente en 1995 en coincidencia con el momento de mayor desocupación. Los valores de cooperación y de intercambio recíproco y solidario que sostenían las redes de trueque, inscribían una verdadera contracultura frente al individualismo y la competencia valorizados por el neoliberalismo prevaleciente en los ‘90. El crecimiento casi exponencial de las redes de trueque hasta 2002, paralelo al incremento de la pobreza, llegó a incorporar varios millones de personas en este tipo de intercambios.
En 1997 se registraron las primeras puebladas bajo la forma de cortes de ruta realizadas por “piquetes” de vecinos, en zonas como Cutral-Co en el Sur, y Gral. Mosconi y Tartagal en el Norte, afectadas por el desmantelamiento de las instalaciones de la empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales a raíz de su privatización. Estas formas de lucha se difundieron más tarde a través de organizaciones de desocupados que se consolidaron regionalmente al principio y luego fueron coordinándose a través de todo el territorio nacional, incorporando a los más afectados por el modelo neoliberal. Cabe anotar aquí un aspecto significativo: el inicio de los “piquetes” se vincula menos con las privatizaciones que con su secuela posterior, ya que las protestas se iniciaron algunos años más tarde que aquellas.
El desarrollo de las organizaciones de desocupados es paralelo a la política estatal de compensar la desocupación mediante subsidios transitorios, a cambio de una contraprestación laboral en emprendimientos municipales, enmarcados en un programa denominado “Plan Trabajar”. Si bien los subsidios estaban destinados a beneficiarios individuales, las organizaciones de desocupados se ubicaron como mediadores para su canalización, y encabezaron las reivindicaciones y reclamos colectivos para su continuidad y ampliación.Entre 1996 y 1998 pueden fecharse las primeras experiencias de empresas recuperadas por sus trabajadores que luego se integrarían en un movimiento más amplio. Se trata de empresas abandonadas por sus propietarios o en proceso de quiebra, cuyo cierre pone en riesgo de desempleo a la totalidad del personal de esos establecimientos. La ocupación de empresas fue haciéndose cada vez más frecuente, sobre todo a partir de 2001 cuando los trabajadores de varias de estas empresas comienzan a organizarse en un movimiento que difunde la práctica de la “recuperación”. A partir de la crisis institucional del 19/20 de diciembre de 2001, las experiencias de recuperación de empresas se multiplicaron, a favor de la profunda deslegitimación del modelo neoliberal. Y es probable que esta deslegitimación sea lo que habilita el cuestionamiento o, al menos, la restricción al derecho de propiedad concebido como principal o prioritario con respecto a cualquier otro.
Finalmente, a partir de la crisis institucional de diciembre de 2001, surgieron las asambleas barriales, nucleamientos organizados espontáneamente por los vecinos de la ciudad de Buenos Aires y de otras grandes ciudades del país, para reclamar y demandar el cambio del sistema político. Esta demanda radicalizada, expresada en la consigna “que se vayan todos”, fue sostenida en base a movilizaciones callejeras pero sobre todo en reuniones periódicas barriales en las que discutía una agenda extensa y variada de temas y problemas. A través de esas discusiones se promovían los principios de una democracia no delegativa y la acción directa, la autonomía con respecto a toda forma organizativa externa, la horizontalidad en la toma de decisiones. Las asambleas fueron volcándose paulatinamente hacia actividades vinculadas con la organización de servicios sociales y culturales para el barrio de inserción, desde compras comunitarias hasta la instalación de merenderos, la generación de emprendimientos productivos, talleres de capacitación, ciclos de cine, grupos de estudio, etcétera.
Estos movimientos fueron articulándose paulatinamente entre si, más allá de las diferencias de origen social de sus miembros, en redes constituidas a partir de actividades comunes, o a través de lazos partidarios transversales. Las asambleas barriales fueron las más renuentes a facilitar su control externo por partidos políticos o sindicatos, mientras que las organizaciones de desocupados fueron escindiéndose paulatinamente en grupos controlados por partidos políticos por un lado y grupos autónomos por el otro. En las empresas recuperadas, la conformación de colectivos de trabajo previos a la acción externa de otras organizaciones o partidos, facilitó al mismo tiempo su autonomía y una vinculación relativamente sólida con ellos en función de las necesidades y recursos demandados por los trabajadores.