Los tilingos
(…)
Usted lo conoce al tilingo. Y si no lo conoce, ahí lo tiene al lado, en
esta mesa de un café céntrico donde se han sentado cuatro o cinco tipos
con portafolios.
Algún día habrá que escribir la
historia del hombre del portafolio. Hubo la etapa de la posguerra con
los “ingenieri” italianos recién llegados que escondían bajo el cuero
-con una sugestión de planos y patentes de invención- el sándwich de
milanesa del almuerzo. (…)
Pero esos que están en la
mesa de al lado sólo llevan allí sueños, proyectos, hipotéticas
transacciones. Andan a la búsqueda de enganchar algo, intermediar en
alguna operación cualquiera para ganar una comisión, y muchas veces
intermediando entre intermediarios. Generalmente se ayudan con el
teléfono de un amigo que tiene escritorio y al que han pedido permiso
para que les “dejen dicho”. Ese teléfono, la mesa del café y el
portafolio constituyen su establecimiento comercial.
Mientras llega “el asunto”, hablan de fútbol, de carreras, de política, de economía.
Cuando
tocan estos dos temas últimos, nunca faltará quien diga: “Lo que pasa
es que los obreros no producen”. Ahí está el tilingo.
No
se le ha ocurrido averiguar qué es lo que él produce y qué producen
todos ellos, puntas sueltas, mallas erradas en la enorme red de
intermediación que es Buenos Aires.
Que un tipo que
no produce diga, en una reunión de tipos que no producen, que no
producen los únicos que producen algo, es tilinguería. En esto de
producir, tenemos muchos productores rurales por el estilo que creen
que la condición de productor la da la propiedad de una estancia, (…).
(…)
estos y otros representantes de la tilinguería son los que, ante la
menor dificultad, califican al país: “Este país de m...”, colocándose
fuera del “mistao” a los efectos de la adjetivación. Y la verdad es que
el país lo único que tiene de eso son ellos: los tilingos. (…)
Jauretche, Arturo. Revista “Confirmado”, junio de 1966.