Actividad 1
Documento 1: Simón Radowitzky, ¿mártir o asesino?
Ese primero de mayo de 1909 amaneció frío pero con sol; luego hacía el mediodía se iría nublando como presagiando tormenta. Tormenta que no sería de truenos y relámpagos sino de balazos, sangre y odio. (…)
Se anunciaban dos actos obreros: uno organizado por la Unión General de Trabajadores (socialistas), que cita a las 3:00 p.m. (…); el otro, es el de la FORA (anarquista) que invita a la concentración en Plaza Lorea (…).
A las 2 de la tarde la plaza ya está bien poblada. Hay entusiasmo, se oyen gritos, vivas, cantos y un murmullo que va creciendo como una ola. El momento culminante lo constituye la llegada de la asociación anarquista “Luz al Soldado”. Parece ser la más belicosa. Han llegado por la calle Entre Ríos y según los partes policiales a su paso han roto vidrieras de panaderías que no cerraron sus puertas en adhesión al Día del Trabajo, han bajado a garrotazos a guardas y motoristas de tranvías y han destrozado coches de plaza y soltado los caballos. (…)
Pero falta la otra piedra del yesquero para que se origine la chispa. En avenida de Mayo y Salta se detiene de improvisto un coche. Es el coronel Ramón Falcón, jefe de policía. La masa lo reconoce y ruge: ¡Abajo el coronel Falcón! ¡Mueran los cosacos! ¡Guerra a los burgueses! Las banderas y los estandartes se agitan. (…)
Ahí está el hombre enjuto, sin carnes, de mirada de halcón frente a esa masa que a su criterio es extranjera, indisciplinada, sin tradiciones, sin orígenes, antiargentina. (…)
Alguien prende la mecha y dispara un tiro. Se desata el tiroteo. Se lucha a balazo limpio. Ataca la caballería. Los obreros huyen, pero no todos. Hay algunos que no retroceden, ni siquiera buscan el refugio de un árbol. Luchan a cara limpia. Es una época donde muchos son los trabajadores que quieren ser mártires de las ideas. (…)
Después de media hora de pelea brava la plaza queda vacía. El pavimento esta sembrado de gorras, bastones, pañuelos… y 36 charcos de sangre. (…)
Y es justo a la salida del cementerio -pero el de la Recoleta- en donde tendrá lugar el segundo acto del drama [14 de noviembre de 1909]. El coronel Falcón vuelve en su milord luego de haber asistido a las exequias de su amigo Antonio Ballvé, director de la Penitenciaría Nacional y viejo funcionario policial (…)
“(…) El coche ya dobla por la avenida Callao rumbo al sur. Y es en ese momento que dos hombres -el chofer José Fornés, que conduce un automóvil detrás del coche de Falcón, y el ordenanza Zoilo Agüero del ministro de Guerra- observan que un mocetón con aspecto de extranjero comienza a correr a toda velocidad atrás del carruaje del jefe de policía. Lleva algo en la mano. ¿Qué habrá pasado, se habrá caído algo del coche y el muchacho quiere devolverlo? ¿Por qué no grita para llamar la atención? Pero ahí está la verdad. Al doblar el coche, el desconocido se acerca en línea oblicua y arroja el paquete al interior del mismo. Medio segundo después la terrible explosión. El terrorista mira para todos lados y comienza su huida hacia la avenida Alvear.
Después del primer momento de sorpresa, Fornés baja del coche secundado por Agüero comienza a correr al desconocido, que les lleva unos 70 metros. Dan grandes voces y se les van engrosando más perseguidores, entre ellos los agentes Benigno Guzmán y Enrique Muller. El perseguido corre desesperadamente, quema todas sus fuerzas para ganar un metro de distancia: sabe muy bien que la gente lo linchará o lo matará a tiros. Ya siente el gusto de la muerte en la lengua y en los pulmones que le revientan de fatiga. Dobla por avenida Alvear y ve una obra en construcción. Hacia ella se dirige como si hubiera encontrado refugio, un nido donde esconder por lo menos la cabeza. Se para. Ya tiene encima a sus perseguidores. Saca un revólver y comienza a correr nuevamente. Y así a la carrera se dispara un tiro sobre la tetilla derecha y cae redondo sobre la acera.
Falcón es de los que saben morir. El también ha ido en el coche al muere. Los anarquistas saben preparar bombas y está no ha fallado. Ha sido lanzada con maestría. (…)
Osvaldo Bayer. “Simón Radowitzk, ¿mártir o asesino?”