Los guaraníes

Los guaraníes habitan actualmente, como lo hacían en el pasado, el territorio que corresponde al suroeste de Brasil, noreste de Argentina, Paraguay, parte de Bolivia y parte de Uruguay. En el pasado, su territorio estaba subdividido de la siguiente manera: Guaraníes de las islas o Chandules: se establecieron en las islas del Delta del río Paraná y en ambas costas. Guaraníes del Carcarañá: en la actual provincia de Santa Fe, en la desembocadura del río Carcarañá. Guaraníes de Santa Ana: los denominaron así los españoles por hallarlos en la región llamada Santa Ana, en el norte de la actual Corrientes. Cáingang o Cainguás: del interior de la provincia de Misiones, Corrientes y Entre Ríos; y en Uruguay hasta la altura de la actual ciudad de Concordia. Los Chiriguanos: se afincaron en el Chaco salteño y en el territorio boliviano.
Idioma
Se distinguían tres grupos con características dialectales: 1. El Amazónico que habla de “ñe engatú” (lengua hermosa o pulida). 2. El Tupí o Tupinambá (guaraní de la costa atlántica). 3. El grupo caracterizado por hablar el “avañe-é” (lengua del hombre), que comprende los dialectos del Paraguay, Bolivia, Argentina y sur de Brasil, emparentados entre sí.
Organización político social
Vivían en aldeas, en tribus que ocupaban en los claros de la selva. Las familias vivían en casas comunales que tenían su jefe, este tenía su aposento en el centro de la cabaña, que podía tener hasta 60 metros de largo, de una sola pieza, donde cabían desde 60 hasta 120 personas. Los jefes de las casas comunales formaban el consejo de jefes, en el que eran tratados y resueltos los principales problemas de la comunidad. La aldea estaba dirigida por un jefe político llamado “Mburubichá”, y un jefe religioso llamado Chaman. La familia y el matrimonio constituían el núcleo básico de la sociedad.
Religión
Los Guaraníes eran monoteístas y su dios fue Tubá, creador de todo lo existente. También fueron animistas, o sea que el mundo de los vivos estaba rodeado por espíritus buenos o malos que aparecían bajo formas humanas o animales. El chamán era el brujo de la tribu y tenía gran poder. Actualmente, las tribus amazónidas siguen considerando al chamán como una fuente de respeto y poder. Los cadáveres eran depositados en grandes tinajas de barro, en las que colocaban objetos que habían pertenecido a la persona muerta y, finalmente, las cerraban con un plato y las enterraban. Los guaraníes preferían, para la instalación de sus aldeas, los terrenos ubicados sobre las riberas de los grandes ríos, arroyos y lagunas de la región. Eran los sitios más propicios para la pesca y la caza, para la recolección del “ñai’ú” o arcilla para la cerámica, y fundamentalmente para el aprovechamiento de la fértil capa de humus en las labores hortícolas, mientras que el monte cercano ofrecía sus frutos silvestres y abundante madera. Los guaraníes conocían y visualizaban con claridad su hábitat geográfico, se sentían parte de él. Su lengua identificaba, con nombres propios, ríos, arroyos, lagunas, cerros, montes, sitios significativos y otros de orden mitológico. La aldea o “tavá” instalada, por ejemplo, junto a la laguna del Iberá, no constituía un hecho poblacional aislado. Todo lo contrario. Era parte de una amplísima red intercomunicada por caminos. En este ámbito las relaciones se establecían por el parentesco, o por alianzas circunstanciales de carácter ofensivo o defensivo. Los guaraníes sabían de la existencia de los cazadores-recolectores que vagaban en torno de su ámbito geográfico, sabían de la existencia del imperio inca y de sus características, y habían llegado inclusive hasta sus fronteras. Tampoco se les escapaba el conocimiento de la existencia del océano Atlántico. La geografía guaraní era un espacio racionalmente administrado. En él se conjugaban el hombre y la naturaleza en un armonioso equilibrio. Esto era sentido así por el guaraní. Lo que quedaba fuera de aquella geografía pasaba a ser la “tierra del otro”, del no guaraní.